La madurez de Jerry Lewis

SUS MEJORES AÑOS Y CAÍDA

Al separarse de Martin, Jerry regresó de nuevo a las modestas películas en blanco y negro, aunque por poco tiempo. Rompieron el fuego dos sencillas muestras de comicidad estilizada Delicado delincuente (The Delicate Delinquent, 1957) de Don McGuire, parodia de las películas con delincuentes juveniles tan típicamente americanos, y El recluta (The Sad Sack, 1957) de George Marshall, basado en un comic de corte militar.
De nuevo con su mentor Frank Tashlin, Jerry consigue dos grandes comedias donde por fin pudo dar pleno rendimiento de su personalidad apocada, entrañable pero ligeramente histérica. Yo soy el padre y la madre (Rock-a-bye, Baby, 1958), de ambiente familiar, nos muestra un Jerry Lewis enamorado de Connie Stevens y de cuatro pequeños bebés, descubriendo un agradable aire maternal de un cómico tildado injustamente de banal. Tú, Kimi y yo (The Geisha Boy, 1958), en la misma línea, traslada al hilarante histrión al mismísimo Japón. Diversas referencias cinéfilas suponen un atractivo suplementario a tan divertido film, como la aparición de Sessue Hayakawa uno de los protagonistas de El puente sobre el río Kwai (The Bridge on the River Kwai, 1957), precisamente construyendo un puente en miniatura semejante al de la película de David Lean.

Tras dos títulos menores dirigidos de nuevo por Norman Taurog, Adiós mi luna de miel (Don’t Give Up the Ship, 1959) y Un marciano en California (Visit to Small Planet, 1960), mas una pequeña aparición en Li’l Abner (1959) de Melvin Frank, Jerry Lewis puede abordar por fin la realización de sus películas iniciando una etapa aún más personal.
Muchos admiradores de este cómico prefieren los títulos realizados por Tashlin, tal vez el mejor que haya tenido Lewis en toda su carrera, y con el que mejor se ha compenetrado siendo autor de muchos más films de su filmografía posterior, pero varios estudiosos cinematográficos consideran que Jerry consiguió la perfección precisamente en aquellas obras donde éste fue autor total aunque siempre trabajase para la misma productora.

El botones (The Bell-boy, 1960), su opera prima como realizador, es de producción modesta e improvisada, rodada en cinco semanas en el Hotel Fontainebleau de Miami, tras cumplir con un contrato de actuación personal, pudiendo por fin dirigirse a sí mismo. Costó 900.000 dólares, blanco y negro, y recaudó 8 millones, una friolera en su tiempo. El propio Charlie Chaplin se quedó entusiasmado al verla por su singular ingenio demostrándose de una vez por todas que Jerry Lewis no era el fabricante de films idiotas, como le consideró la cegata crítica americana que en nada tiene que envidiar a ciertos colegas españoles, sino uno de los creadores de imágenes más importantes de su época.
Homenaje cálido al cine de su admirado Stan Laurel, el botones protagonista no en vano se llama Stanley, e incluso aparece Bill Richmond, guionista habitual de Lewis, caracterizado como aquel legendario cómico de la compañía Hal Roach que fuera emparejado con el orondo Oliver Hardy. Una curiosidad de El botones es que Jerry Lewis se desdobla en dos personajes, en el ya mencionado Stanley y en su propio papel, autoparodiándose certeramente al presentarse como un divo engreído y antipático.
Vemos como Martin Scorsese no inventó nada al presentar a Lewis, ya en su época de declive, como un personaje muy desagradable en El rey de la comedia (The King of the Comedy, 1982), donde era secuestrado por un cómico frustrado (Robert De Niro), una ácida comedia que sin embargo no tuvo el éxito que se merecía. En el Festival de Cannes de 1982, y en una escala posterior en Madrid, efectivamente la prensa conoció la cara oculta de Jerry Lewis, su malhumor y su insoportable carácter.
A partir de El botones, la carrera del histrión subió como la espuma. La crítica francesa le alabó sin cesar, la española pendiente de las modas ultrapirenaicas copiaron dichas reivindicaciones mientras en su propio país era totalmente denostado aunque tuviere y tiene aún legiones de admiradores.
En El ceniciento (Cinderfella, 1960) de Frank Tashlin reencontramos a Ed Wynn, aquel cómico de los años treinta que nunca consiguió en cine el éxito que obtuvo en las tablas. Aquí era el singular hado padrino del ceniciento de un oscuro cuento de hadas.
De nuevo con Tashlin, Jerry rodó cuatros cintas más de singular gracia: ¿Qué me importa el dinero? (It’s Only Money, 1962); Lío en los grandes almacenes (Who’s Minding The Store, 1963; ), Caso clínico en la clínica (The Disorderly Orderly, 1964) y Jerry Calamidad (The Patsy, 1964) cuatro películas que harían las delicias del doctor Freud, repleta de frustraciones y mil complejos.

Como autor total, Jerry consiguió excelentes muestras como El terror de las chicas (The Ladies Man, 1961), una extraña película sobre la misoginia, tan cara al cine americano, donde Lewis llega a encarnar a su propia madre antes de irse a trabajar a una residencia de señoritas. Un espía en Hollywood (The Errand Boy, 1961) es una feroz autocrítica de la desquiciada industria cinematográfica.
Pero sin duda alguna, El profesor chiflado (The Nutty Professor, 1963) es la obra maestra indiscutible de su autor. Nueva versión de la novela de Stevenson sobre el Doctor Jekyll y el señor Hyde, aunque transformando completamente su argumento. El profesor es feo, dentón y lunático. En cambio, al tomarse la droga se convierte en un guaperas viril, un cantante melódico al estilo Dean Martin que sin embargo es antipático y muy desagradable. La chica era Stella Stevens, tan deliciosa como siempre, la pareja ideal para este lunático enamorado acomplejado por su fealdad, su insignificancia y debilidad de carácter pero de buen corazón.
Finalmente la chica, de forma sorprendente, descubre la doble personalidad y en apariencia se quedará con el profesor dentón. Sin embargo, en un plano antológico, vemos que Stella se ha llevado el mágico elixir para transformarle cuando tuviera necesidad de su virilidad y de su potencia sexual. Este film tuvo posteriormente un indigno remake The Nutty Professor (El profesor chiflado, 1996) de Tom Shadyac, con Eddie Murphy en el doble papel,y su nomenos infame secuela El profesor chiflado II: La familia Klump (2000) de Peter Segal con Murphy desdoblándose en múltiples personajes.
Tras la breve aparición en El mundo está loco, loco, loco loco (It’s a Mad, Mad, Mad World, 1963) de Stanley Kramer, Jerry Lewis interpreta todos los miembros de una familia tronada en Las joyas de la familia (The Family Jewels, 1965), pero la magia de El profesor chiflado no se volvería a repetir jamás.

En el mismo año interpreta, con su amigo Tony Curtis, un film de carácter vodevilesco con exteriores en París, Boeing Boeing (Boeing Boeing, 1965) de John Rich, con un papel más formal de lo habitual. El inesperado éxito de crítica, más los ditirambos que recibió precisamente por haber abandonado a su personaje habitual, motivó un radical giro en su carrera convirtiéndose en un actor cada vez más serio y, a ratos lúgubre.
La primera de esta experiencia fue Tres en un sofá (Three on a Couch, 1966), realizada por el propio Lewis, y coprotagonizada por Janet Leigh, la esposa de Tony Curtis, que trataba del novio de una psiquiatra que seducía a tres pacientes de su amada, adoptando la personalidades de sus amados idealizados para curarlas de sus enfermedades psíquicas. La otra cara del gangster (The Big Mouth, 1967), en la misma línea, fue el último film interesante de su, por otra parte ejemplar, filmografía.
Ni Un chalado en órbita (Way Way Out, 1966) de Gordon Douglas; ni ¡Qué día tengo! (Don’t Raise the River, Lower the Bridge, 1968) de Jerry Paris; ni Pescador pescado (Hook, Line and Sinker, 1969) de George Marshall, especie de vuelta a sus orígenes, tenían interés. Al madurar Lewis había perdido ese aire encantador, ese feeling seductor de un personaje tan entrañable, tierno, sensible y completamente humano, aunque los críticos más allá del Atlántico pensaran lo contrario.
Obsesionado en compararse a Charlie Chaplin, Jerry Lewis comete el gravísimo error de rodar una película en la que él no aparecía como actor Una vez más (One More Time, 1970) con Peter Lawford y Sammy Davis jr, bastante insoportable e indigna de su valía. Al ser judío se creyó en la necesidad de parodiar a Hitler, como hiciera Chaplin con «El gran dictador«, pero el resultado ¿Dónde está el frente? (Which Way to the Front?, 1970) fue completamente tristón.

Más grave aún fue The Day the Clown Cried (1972) donde quiso demostrar que era un excelente actor dramático. Su personaje era un payaso judío que finalmente moría en la cámara de gas junto a unos niños de su misma raza. El público lo rechazó frontalmente y la película ni siquiera se ha estrenado.
Completamente hundido, estuvo siete años sin rodar nada, hasta dirigir y protagonizar «¡Dale fuerte Jerry!» (Hardly Working, 1979) donde era una sombra de sí mismo. Slapstick (Slapstick, 1982) de Steven Paul era una extraña coproducción con España; El loco mundo de Jerry (Smorgasbord,1982), de nuevo dirigida por el propio actor, no consiguió reverdecer antiguos laureles.
Queda su programa para televisión El Show de Jerry Lewis (The Jerry Lewis Show) en los setenta, donde reencontramos de nuevo aquel gran cómico que conocimos en la pantalla grande, así como un horrendo telefilm. Lucha por la vida (Fight For Life, 1987) de Elliot Silverstein donde intenta convencernos de que tiene una gran vena dramática, estrellándose estrepitosamente en tan lamentable intento.

Tras el fracaso comercial, aunque no artístico, de El rey de la comedia con un papel muy antipático, caricatura de sí mismo fuera del plató, el en otro tiempo popular cineasta rueda algún que otro papel secundario en films como Mi rebelde Cookie (Cookie, 1990) de Susan Edelman y un extraño pero interesante título El sueño de Arizona (Arizona Dream, 1993) de Emir Kusturica donde el juvenil Johnny Depp conseguía eclipsarle a él y a la mismísima Faye Dunaway juntos. En Los comediantes (Funny Bones, 1994) de Peter Chelson, dedicado al mundo de la farándula, Lewis tiene un hijo que no tiene éxito como clown. En 1996 vuelve a Broadway para encarnar al diablo en el musical Damn Yankees obteniendo un clamoroso triunfo.

Su último papel importante fue en Max Rose (2013) de Daniel Noah. Un drama con el que Jerry quiso cambiar de registro pero el resultado fue adverso en taquilla. Policias corruptos (The Trust, 2016) cierra su filmografía en un papel secundario en donde se ve ajado por su avanzada edad y finalmente silencio. Quedan sus films de antaño donde descubrimos un cineasta singular, profundo e incisivo, que supo desmenuzar las contradicciones de la opulenta sociedad americana, el matriarcado y el falso bienestar.

Jerry Lewis en su última película «Policías corruptos»

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