Secretos de confesión

YO CONFIESO
(ALFRED HITCHCOCK, 1952)

Injustamente subvalorada “I Confess” (“Yo confieso”), coproducida y dirigida por  Alfred Hitchcock para Warner Bros (1952), se ha revalorizado bastante — tampoco fue ningún éxito de taquilla en su estreno — con el paso de los años, quizás aún no del todo puesto que para algunos aún será considerado un “film menor del maestro”. Técnicamente está la altura de sus mejores films. Eso sí ha estado siempre reconocido pero no, en cambio, su enfoque resolutivo referente a la puesta en escena y en su exposición temática. Sinceramente creo no había motivo para la infravaloración ni para el olvido. Como he dicho se ha arreglado en mucho; en libros y revistas especializadas está bien analizada y considerada (*). Me alegro.

A finales de 1951 Alfred Hitchcock disfrutaba de unas largas vacaciones sin ningún proyecto en concreto pero sin abandonar nunca la lectura de relatos y anécdotas que le inspiraran su futura película. Ante la insistencia de Jack Warner de buscar tema para un nuevo film, Hitchcock pensó en un argumento en base de la obra teatral de Paul Anthelme (pseudónimo de Paul Bourde) escrita en 1902, “Our Two Consciences” y cuyos derechos de autoría habían sido vendidos al maestro desde 1947 aunque no había tenido ocasión de trabajar con ella para después pasar a manos de la compañía Warner. Cuando se decidió convertir el argumento en film, Hitchcock tenía preferencia, lógicamente, para ocupar el puesto de realizador. Llamó al guionista William Archibald (1917-1970). , el cual había triunfado dirigiendo una obra teatral basado en un relato de Henry James, “The Turn of the Screw”/“Otra vuelta a la tuerca” que años después adaptaría para el cine (“The Innocents”, 1961, titulada en España “¡Suspense!”) — más en su argumento para la base de su obra escénica anterior que no de la novela de Henry James — junto con el conocido escritor, periodista y guionista Truman Capote. En verdad si la historia de Henry James (publicada en 1898) es de las más reputadas de la literatura fantástica sobre el tema de espectros, “The Innocents”/” ¡Suspense!” es la mejor película de fantasmas de la historia del cine. Poco después, antes de empezar la escritura, Hitchcock “fichó” a otro guionista: George Tabori (1914-2007), dramaturgo, traductor de obras clásicas y guionista (“Ceremonia secreta”, “Leo, el otro”). En verdad crearon un guión sólido y compacto, alejado en diversos puntos de la obra de Anthelme (uno de ellos fue el esquivar la aparición de un hijo, fruto de la previa relación Michael Logan y Ruth Granfort, detalle interesante para Hitchcock en un principio), valorando la presión y el drama que sufre el padre Logan y el atmosférico suspense.

La fotografía es de Robert Burks en espléndido blanco/negro durante todas la fases de la película, resaltando las luces/sombras con las cuales jugaba con total dominio recordándonos, en las precisas ocasiones, su influencia del Expresionismo Alemán en los claroscuros y penumbras mientras la música de Dimitri Tiomkin, dirigida por Ray Heindorf, acopla perfectamente la composición en estado de suspense como la de las escenas románticas (el flash- back de Ruth al narrar su pasado noviazgo con el ahora sacerdote Michael Logan), dejando en estas últimas, sumadas a las del inicio y a las del final, un regusto melancólico difícil de olvidar.
El reparto lo encabezaba Montgomery Clift como el padre Michael Logan, elegido por Hitchcock después de algunas dudas. A pesar de los problemas durante el rodaje el director se sintió complacido aunque en posteriores declaraciones decía tratarse de una persona neurótica e informal pero de una gran profesionalidad. En realidad era un gran “actor del método” (uno de los puntos que no le gustaba a Hitchcock) y resolvió su rol encomiablemente: sin aspavientos, muecas ni gestos forzados, ni histerismos, solo con la mirada como expresión de su ser. Más enfado le produjo a Hitchcock la actriz sueca Anita Björk (dada a conocer en “La señora Julia”) elegida por él: se presentó embarazada y con su amante, siendo despedida por Jack Warner (en contra de la opinión de Hitchcock a pesar de su disgusto inicial). A punto de comenzar la filmación Ann Baxter fue elegida como substituta y el realizador le impuso el teñirse de rubio intenso. Comenzaba el rodaje el 21 de agosto de 1952 en Quebec, donde transcurría la acción. Merece especial atención el manejo de actores secundarios: Brian Aherne (el procurador Willy Robertson), Karl Malden (el inspector Larrue; dos años después Karl Malden interpretará a un sacerdote, el padre Barrie, en la famosa “On the Waterfront”/“La ley del silencio”, de Elia Kazan), O. E. Hase (Otto Keller), Dolly Haas (Alma Keller) y Roger Dann (Pierre Granfort, marido de Ruth).

Antes de pasar a la película quisiera refutar algunas incorrecciones sobre la historia que nos ocupa — incluso por quienes la han defendido y defienden — como por ejemplo la vocación del sacerdote: — Se escribió en alguna ocasión que el padre Logan tomó los hábitos al comprobar que su antigua novia, Ruth, con la cual había hablado ya de matrimonio, se casó con otro hombre. Falso. Como veremos en el flash- back narrado por Ruth a la policía para combatir la sospecha que pesa sobre el presbítero en el punto relativo al regreso de Logan al volver de la guerra de Corea. Michael no sabe que Ruth está ya casada, ella no se lo ha comunicado — lo dirá el abogado Vilette (Ovila Legare) —, la mujer está aún enamorada de su antiguo novio quien le informa de sus proyectos (el deseo de entrar en un seminario para ser sacerdote) —
Otro crítico declaró al sacerdocio de Logan como “huída” o para “borrarse del mundo”. Tampoco es cierto. Se ve perfectamente, aunque de forma breve, su proceso vocacional, quizás ayudado con algunos sucesos de su vida, p. e. los horrores de la guerra, contribuyentes a dar el paso definitivo. Punto de apoyo de lo dicho es la escena en donde la policía pregunta por el padre Logan en la rectoría y el padre Millais (Charles André) informa que su dedicación a los feligreses es absoluta y su vida es irreprochable —
Es muy interesante el comentario de Cristina Abad sobre “Yo confieso” en el blog “Fila Siete”, “Crítica de cine & T.V.”: “Es posible que la perspectiva católica del cura que asume la acusación injusta antes que revelar un secreto de confesión no fuera bien entendido en un entorno protestante, como tampoco otros temas de calado –— el celibato sacerdotal o la fidelidad matrimonial — que Hitchcock conocía muy bien por su condición de católico y desarrolla con una encomiable mezcla de osadía, acierto y delicadeza, que deja entrever la influencia de Chesterton, autor muy leído por el cineasta en su juventud. La película fue rodada en Quebec, única provincia canadiense cuya población es mayoritariamente católica. Hay muchas razones para justificar el rescate de esta película: su original arranque a partir de la consumación del crimen y el desvelamiento del asesino, que centra la atención que al director le interesa y traslada la tensión argumental a la resolución de la falsa acusación; los juegos de miradas que expresan mucho más de lo que recoge el texto del guión, es más, que incluso expresan lo contrario de lo que expresan las palabras y, desde luego, las interpretaciones de Baxter y Clift, cuya mirada contiene y refleja toda la bondad, impotencia y sufrimiento interior de su personaje”.

Entremos ahora en la sinopsis (a pesar de ser bastante conocida) para intentar comentar los detalles sustentadores de la narración.
Planos sobre iglesias y otros edificios de Quebec, calles vacías, nos acercamos a la medianoche. Son destacables, en diversos momentos del film los contrapicados de las iglesias de Quebec y los primeros planos del rostro del padre Logan, especialmente, de Otto y de Ruth. Una persona cruza por encima de unas escaleras urbanas: es Alfred Hitchcock que, como siempre, aparece en algún momento de su película, en esta ocasión es al principio. Nos detenemos delante de una ventana abierta, la cámara penetra dentro de ella y nos coloca en una biblioteca mostrándonos el cadáver de un hombre en el suelo con un bastón al lado (arma del crimen) mientras unas cortinas se agitan delatando la huída del asesino pocos momentos antes. Vemos salir de la casa a un hombre con sotana y sombrero. Calle prácticamente vacía salvo dos colegialas con quienes se cruza. Reflejo de la sombra proyectándose en la pared (puro Expresionismo Alemán) que ahora se quita la sotana y se la lleva bajo el brazo. El asesino es Otto Keller (lo vemos en el primer momento), sacristán de la parroquia de Santa María. Él y su esposa Alma son refugiados alemanes llegados al Canadá y ayudados por el padre Logan quien les acogió y dio trabajo en la rectoría. Otto trabaja además en casa del abogado Vilette a quien acaba de asesinar para robarle y al ser sorprendido por éste le ha matado golpeándole con el bastón (vemos sus pérfidas maquinaciones: fue de noche a robar el dinero vestido con hábito para que si algo fallaba culpasen a un sacerdote). Llega a la iglesia y se queda al fondo rezando; el padre Logan le ve y se acerca. Otto le pide confesión y explica su crimen.

Hitchcock corta el relato de Keller que continúa, pero ahora es su esposa Alma quien le escucha. Así, hay dos personas las cuales saben quien es el asesino (aparte de él mismo, claro). El acercamiento de Logan con una vela en medio de la oscuridad, reflejando sombras en la pared (continuamos con el Expresionismo), se sirve con un plano general (la totalidad del altar y Michael en el conjunto hasta quedar en plano medio al llegar a Otto para después entrar el padre en el confesionario manteniendo el plano medio y primer plano del rostro del infractor).

Keller nos es mostrado como un hombre siniestro y perverso al poner a prueba la fe del padre Logan y colocándole como sospechoso por una serie de acontecimientos que el espectador irá descubriendo al avanzar la historia de forma progresiva. El hecho de llevar una sotana le aleja de las sospechas que recaerán sobre el padre Logan a quien, como veremos, el abogado Vilette le hacía víctima de un chantaje junto con Ruth. La eficaz y algo mecánica mentalidad policial del inspector Larrue le hará dirigir en seguida sus sospechas hacia el sacerdote el cual no podrá delatar al asesino que — además — le carga el crimen a él por estar bajo secreto de confesión. No he visto comentar un aspecto importante, ni en los estudios sobre la película, ni de cine sobre temas religiosos o fórums sobre el sacramento del perdón: el padre Logan no da la absolución a Otto (aunque el realizador corte en seco para continuar el relato sobre el crimen que ahora el autor comunica a su esposa), lo sabemos y es de lógica. Solo al final, a punto de morir por los disparos de la policía, el culpable recibirá el perdón del confesor inculpado.

Una vez planteada la cuestión vemos que Hitchcock toca uno de sus temas preferidos: el del falso culpable. Al igual que en su película anterior en donde el tenista Guy Haynes (Farley Granger) será el principal sospechoso de haber asesinado a la que fue su esposa Miriam (Laura Elliot) — su matrimonio está en trámites de divorcio — cuando en realidad el asesino fue Bruno Anthony (Robert Walker), un sujeto perturbado quien le propuso un “intercambio de asesinatos” en “Strangers on a Train” (“Extraños en un tren”, 1951) o en la futura “The Wrong Man” (“Falso culpable”, 1957) en la cual un honesto padre de familia, Christopher Emmanuel Balestero (Henry Fonda), es acusado de un robo no cometido (la fotografía de “Yo confieso”, “Extraños en un tren” y “Falso culpable” es del mismo Robert Burks, todas en soberbio blanco/negro, y en la música de las dos primera repite Dimitri Tiomkin mientras la de “Falso culpable” fue confiada a Bernard Herrmann) sin olvidarnos de “North by Northwest” (“Con la muerte en los talones”, 1959) en donde el ejecutivo Roger Thornill (Gary Grant) ha de defender su vida ante unos espías al ser confundido con un agente secreto que no existe y demostrar a la policía su inocencia ante un asesinato (la fotografía de Robert Burks sigue siendo magnífica, ahora en Technicolor, y la música vuelve a ser de Bernard Hermmann).
El padre Logan sentirá la angustia: conoce al verdadero asesino pero no puede delatarlo por estar bajo secreto de confesión y deja que las sospechas recaigan sobre él (solo niega ser el culpable) ante la continua provocación y cinismo de Otto que le recuerda su condición de ministro del Señor y por tanto no puede revelar a la policía su inocencia y al verdadero asesino. En cierta forma hay una transferencia de culpa. El padre Logan se siente culpable; no del asesinato que no ha cometido pero si algo de su pasado donde está su antiguo amor por Ruth Granfort y el haber participado voluntariamente en la guerra (no el haber hecho algo indebido pero si, quizás, el no haber respondido correctamente a estas situaciones planteadas por los acontecimientos de su vida).

El inspector Larrue ve al padre Logan hablando con Ruth delante de la casa del asesinado y más adelante son de nuevo vistos por la policía. Las sospechas se ciernen sobre el sacerdote por lo cual Ruth quiere contestar a las preguntas del inspector. En el despacho de Larrue están este, el procurador Willy Robertson y el matrimonio Granfort. Se hace entrar a Logan y Ruth testifica para exculpar al sacerdote. “¿Porqué has de oír esto, Pierre?”, le dice a su esposo y empieza su narración. Hitchcock entra en el flash- back suprimiendo las conversaciones y con solo la voz de Ruth coincidiendo en lo mostrado por la cámara y subrayado con la música de Tiomkin, exacerbada y voluntariamente de “novela rosa”. “Crecimos juntos Él fue a la guerra voluntario. Se tomaba muy en serio todas las cosas. No quiso hablar de boda. Hay ya demasiadas viudas. Luego dejó de escribir y yo entré a trabajar con mi futuro marido. Pierre era tan brillante, tan amable y con su natural bondad no me preguntó que me pasaba al verme siempre preocupada. Nos casamos y en nuestra boda vi por primera vez al abogado Vilette. Un día me enteré que regresaba de la guerra, un barco atracó en el puerto, fui a recibirle, recordamos viejos tiempos, salimos al día siguiente. En el campo me habló de sus proyectos…” (ella se extraña cuando el no presta atención al besarlo). Llueve, se refugian en un invernadero de una casa de campo. A la mañana siguiente aparece un hombre que increpa e insulta a Michael quien lo derriba. Ruth le mira y ve que se trata de Vilette. Este, desde el suelo le dice con ironía, “Buenos días, señora Granfort”. Prosigue Ruth ¿Qué iba a hacer yo? No le había dicho que estaba casada. No volví a ver a Michael hasta cinco años después, el día en que fue ordenado sacerdote; en un banco estaba Vilette sonriéndome”. “Un día estaba escuchando a mi marido en el Parlamento cuando se le acercó Vilette y me pidió que necesitaba la ayuda de su marido para librase de un escándalo fiscal, amenazándome con contar a Pierre lo que había visto ¿Cómo podía decirle que no había nada con Michael?” Aquí vemos que Vilette era un corrupto. Aparecía a donde estaba Ruth para recordarle su petición hasta finalmente darle 24 horas. “Michael me dijo que iría a hablar con él para convencerle que nada había entre nosotros. El día de la entrevista el abogado fue asesinado”. El padre Logan estaba conmigo a las 11 de la noche, hora en que se cometió el crimen, por lo tanto no pudo ser él”. La declaración de Ruth supone la libertad de Logan pero después los análisis de la autopsia revelan que murió a las 11,30, tiempo para realizar el crimen. Se reemprende el calvario del padre Logan (y el de Ruth). La policía le vuelve a buscar.

Mientras tanto Pierre apoya en todo momento la declaración de su esposa a la que quiere de todo corazón mientras ella le recuerda a Logan que se casó con un hombre a quien respeta profundamente pero no ama (cuando Michael le dice que piense en ella misma y en su marido le contesta, “Pensar en Pierre antes que en ti, nunca. El continúa amándome pero yo te amo a ti”). Logan deambula por la ciudad sabiendo que la policía va detrás de él. Destaquemos algunas escenas:
— Pasa por delante de una sastrería y ve un traje de paisano. Tentación de cambiar su sotana por el traje para librarse de la angustia del perseguido aunque no cae en ella —
— En el exterior de una iglesia se fija en unas estatuas: Cristo cargado con la cruz vigilado por dos guardias romanos. Le recuerda su propia pasión —
— En la rectoría: las continuas miradas de Alma Keller compartiendo en su interior el sufrimiento del padre Logan. Las miradas de este a Otto de espaldas (que algunos han interpretado de odio pero esto no está claro, podrían ser solo de angustia y preocupación), el travelling a la nuca de el padre Michael — Hitchcock dosifica con alguna escena de humor: Alma le pregunta al padre Millais si vendrá Logan a cenar y él contesta que no lo sabe. Sentado en la mesa está el padre Benoit (Gilles Pelletier) quien entra su bicicleta, ahora apoyada en la pared. Al hablar Millais la bicicleta cae al suelo provocando un estruendo —
El mismo Logan se entrega a Larrue recordando su inocencia. Se establecerá un juicio. Han encontrado la sotana ensangrentada (colocada por Otto en la habitación del sacerdote). Él reconoce la prenda como suya pero niega haberla puesto allí. El juicio es largo y denso. Finalmente el jurado le declara “no culpable” por falta de pruebas definitivas. Logan queda libre pero tiene la mayoría de la opinión pública en contra, es insultado en la calle y agredido, debiendo ser escoltado por la policía. Alma no puede resistir más y delante de Logan grita: “Es inocente….mi marido”, Otto saca una pistola y dispara sobre ella. La gente huye en desbandada. Logan atiende a Alma, llegando al lugar del suceso el inspector Larrue y el padre Millais el cual da la absolución a la mujer mientras Logan reza y un policía uniformada le dice a Larrue que ella gritó la inocencia del sacerdote.

Otto se ha refugiado en los sótanos el Hotel Frontenac donde hay una sala de teatro después de disparar sobre el jefe de cocina. Logan no manifiesta nada y Larrue le dice “¿Porqué intenta proteger a este Keller, padre?”. Llegan a la sala de teatro del hotel en donde se halla acorralado Keller. Este ha perdido completamente la razón y confiesa el asesinato de Vilette además de acusar a Logan de romper el secreto de confesión, cosa totalmente falsa ya que ha sido Alma a quien él llama sin recordar que la ha matado (enterándose todos, incluso el matrimonio Granfort — Pierre mira con comprensión y admiración al sacerdote — y el padre Millais, Ruth, contenta, dice: “Llévame a casa, Pierre”), la policía dispara y le hiere en un brazo, Michael entra para convencerle que se entregue y este quiere disparar sobre el sacerdote pero recibe el disparo, ahora mortal, de la policía. Cae y es sostenido por Logan. Sus últimas palabras: “Perdóneme, padre” y este le da la absolución y le cierra los ojos…

Narcís Ribot i Trafí

(*) – Un estudio profundo, quizá el mejor, es el de Enrique Alberich, “Alfred Hitchcock”, “El poder de la imagen” (Barcelona, 1987)

 

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