Antonio Isasi Isasmendi

CINEASTA INTERNACIONAL

España es un país que no respeta a sus cineastas. Quien nos ocupa acaba de fallecer en el injusto olvido y aprovecho la ocasión para rescatar un texto mío inédito.Pero antes aprovecho para contar una anécdota leída en un rotativo español:
Recordaba Jesús Franco que, durante el rodaje de Campanadas a medianoche (1965), Orson Welles le confió que las películas españolas que realmente le gustaban eran las de Antonio Isasi-Isasmendi, pero que eso no se podía decir en voz muy alta si querías que en este país te tomaran en serio. Así es nuestro país para bien o para mal,más de lo segundo que de lo primero.

Y con esta introducción iniciamos el artículo prometido.

José Antonio Isasi Isasmendi nació en Madrid, el 22 de marzo de 1927. Hijo de una actriz teatral, vivió desde muy niño en Barcelona, ciudad en la que creció y donde entró a trabajar en el cine como botones de la productora Emisora Films, escalando la profesión peldaño a peldaño, siempre aprendiendo de otros realizadores como, por ejemplo, Ignacio F. Iquino.
Con Julio Coll fue coguionista del mencionado «Apartado de Correos 1.001» de Julio Salvador, gran éxito del policiaco barcelonés, y en esta línea debutó como director con «Relato policiaco» (1954), fundando en la Ciudad Condal su propia firma, Producciones Isasi.
Isasi había trabajado como montador entre 1947 y 1954, ese detalle justifica su gran pericia en este campo. Sus films tienen todos una sólida estructura industrial, están siempre muy bien narrados, con una acción muy dosificada y que jamás aburren.
No es de extrañar que su carrera fuera siempre viento en popa pese a la modestia de sus primeros films, nobleza obliga, por algo se empieza: “La huida» (1955), «Pasión bajo el sol» (1956), «Rapsodia de sangre» (1957), «La muerte tiene cabellos rojos» (1960), «Sentencia contra una mujer» (1960), entre otras pertenecientes a géneros diversos. Tenemos la tradicional comedia policíaca, «Vamos a contar mentiras» (1962) o un film de bandoleros del siglo XIX, «Diego Corrientes» (1959), remake de un film de Iquino del año 1936.
Con «La máscara de Scaramouche» (1963), un film de capa,espada y adarga, Isasi consigue por fin lo que buscaba un título de distribución internacional, digno de competir con cualquier producción extranjera.
La importancia de este realizador por encima de todos los demás, es que sus películas, muy bien estructurados eran proyectadas en todas partes del mundo, en salas hasta ahora vedadas al cine español, aunque con actores internacionales al frente del reparto, consiguiendo muy buenos dividendos y superando en su propio terreno a muchas producciones norteamericanas. Oportunidad de oro para el cine español, sobretodo para el rodado en estudios barceloneses muy olvidados por la industria.
Así con la malograda Sylvia Koscina y el ex magnífico Horst Buchholz, Isasi consigue uno de los éxitos taquilleros más importantes del cine español, «Estambul 65» (1965), un film de acción ambientado en parajes exóticos.
El sentido del ritmo, la trama urdida con cierta pericia y un atractivo empaque demostró que nuestros técnicos podían competir con sus colegas norteamericanos, tal como afirmó el propio Charlton Heston cuando rodó con españoles «Marco Antonio y Cleopatra» (Marc Anthony and Cleopatra, 1971), su opera prima como realizador.
Isasi Isasmendi deshizo los numerosos típicos sobre la falta de solvencia de los cineastas ibéricos, su factura era muy competitiva. Lo volvió a demostrar con «Las Vegas 500 millones» (1967) donde supo camuflar las calles barcelonesas para hacerlas parecer norteamericanas, incluyendo algunos breves insertos para despistar. De nuevo su sentido del ritmo consigue buenos efectos, aunque su siguiente título «Un verano para matar» (1972), con Karl Malden, obtuviera una acogida menor.
Tras un paréntesis, «Rafael en Raphael» (1974), con el célebre cantante, «El perro» (1977), protagonizada por Jason Miller, supuso un éxito importante al narrar con verdadera maestría la persecución de un fugado de un presidio por un implacable perro.
Tras un inexplicable paréntesis de diez años, Isasi-Isasmendi nos ofreció un film negro de ambiente rural, «El aire de un crimen» (1987) con un reparto español (Francisco Rabal, Fernando Rey, Maribel Verdú y el cantante Ramoncín), basado en una novela de Juan Benet, que no obstante no consiguió el mismo éxito, aunque tuviera no pocos méritos. Era un film cuya factura ibérica rompía con el cosmopolitismo de sus anteriores títulos, un suspenso ambientado en la España de los años cincuenta con un cadáver escondido en una tinaja de vino, tal como hizo años atrás Fernando Fernán-Gómez en su espléndido «El extraño viaje«.
Antonio Isasi-Isasmendi demostró que el cine español no tenía por qué ser tercermundista, desmontando todos los típicos habidos y por haber de la incapacidad cinematográfica de nuestros profesionales.

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