El rey de la comedia, reflexión

RECUERDOS ASOCIADOS

Cada noche tengo sesión de cine. Probablemente me vea más de 500 películas al año contando por lo bajo. Así que cada día veo, según estado de ánimo, entre una o tres cintas.La mayoría de ellas las olvido, pero las menos quedan grabadas en mi memoria aunque haya pasado mucho tiempo desde que las vi por vez primera.
Anoche vi El rey de la comedia (1982) de Martin Scorsese con dos actorazos sensacionales, Robert De Niro y Jerry Lewis.  Antes de ser famoso, De Niro era muy cinéfilo y acudía a los cines de Greenwich Village para devorar películas. En una entrevista declaró que sus preferidas eran las de Jerry Lewis.
El ingenuo muchacho soñaba en convertirse en un gran cómico, como su amado Jerry pero le fueron ofreciendo pequeños papeles dramáticos, fue ascendiendo y triunfó con toda justicia.
El rey de la comedia no es un título casual, pues. Los personajes retratados existen aunque disfrazados con miles de nombres.

Por ejemplo el personaje de Sandra Bernhard, una fan histérica que secuestra a su admirado cómico (Jerry Lewis) para seducirle no es ninguna invención de Scorsese. He conocido personajes idénticos al descrito.
El egocentrismo del mentado cómico tampoco es ficticio. Jerry Lewis ha sido acusado de ello en múltiples ocasiones y muchos profesionales del mundo del espectáculo lo padecen aunque los hay más inteligentes y lo saben llevar con discreción. Otros en cambio sucumben a la megalomanía y acaban por destruir sus carreras.

El personaje de Robert De Niro también me trae recuerdos. Vive con su madre que siempre está interrumpiendo sus ensayos. «Hijo ¿con quien hablas?«… ¿A qué me suena?
Cuando iba al festival de Sitges conocí a mucha gente que estaba tocada del ala. Personas que me seguían a todas partes, se metían en medio de mis conversaciones privadas con otras personas. Conocía chicas y cuando hablaba con ellas y se calentaba la conversación te venía un idiota a interrumpir «¡No la cojas de la mano que la espachurras!«.
En el hotel me preparaban el desayuno a primera hora cuando iba a las proyecciones matinales. Pues había gente que preguntaba si era mío y cuando les decían que sí se sentaban y lo comían por la cara. Cuando yo iba a desayunar me los encontraba y me decían»¡Mira Salvador,me estoy comiendo tu desayuno!«. Me tenía que ir al cine sin desayunar porque esos maleducados se lo habían comido porque sí.
O aquel tipo que siempre estaba ojo avizor. Cuando empezaba a charlar con un profesional de la industria se apresuraba a cortarme la conversación con una sonrisa de oreja a oreja. Con una expresión mongólica se ponía hablar de Drácula sin parar y sin dejarme hablar ni una sola palabra. Cuando le afeé su conducta tuvo una pataleta de niño llorón, empezó a insultarme y me comparó con el general Franco. Desde entonces llevo 41 años recibiendo exabruptos del interfecto.
Esa gente que puede parecer rara en la película de Scorsese, sí, será todo lo rara que queramos, pero existen. Forman parte de nuestra realidad. Gente frustrada, triste y mediocre que pretenden triunfar sin luchar, ni estudiar, ni dar golpe. Lo malo es que aún hay simples que los admiran.

El tiempo ha hecho mella en los protagonistas del film reunidos 30 años después en una reposición conmemorativa.

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