Los genios de la comedia

EL GORDO Y EL FLACO


EL GORDO Y EL FLACO (STAN & OLLIE). Título original: Stan & Ollie. Año: 2018. País: Reino Unido. Dirección: Jon S. Baird. Reparto: Steve Coogan (Stan Laurel), John C. Reilly (Oliver Hardy), Shirley Henderson (Lucille Hardy), Nina Arianda (Ida Kitaeva Laurel), Rufus Jones (Bernard Delfont), Danny Huston (Hal Roach), Joseph Balderrama (James Horne), John Henshaw (Nobby Cook), Tapiwa Mugweni (Burgess), Keith MacPherson (James Finlayson), Stewart Alexander (Joe Schenck), Kevin Millington (Clapper Loader), Richard Cant (Harry Langdon), Ashley Robinson (Gordon Douglas). Guion: Jeff Pope. Música: Clint Mansell. Fotografía: Laurie Rose. Coproducción Reino Unido-Estados Unidos; BBC / Fable Pictures / Sonesta Films / eOne Entertainment. Duración: 97 minutos.

Realizar una biografía acerca de un personaje famoso es muy arriesgado. Puedes caer en la hagiografía, muy habitual en ciertos ídolos,  o en la difamación en casos repelentes. Algunas figuras del séptimo arte fueron grandes en la pantalla pero seres repelentes en la vida real, gente carente de moralidad, maleducada, grosera, inhumana. Podríamos citar a Orson Welles por ejemplo. Pero aquí nada de eso, Stan Laurel y Oliver Hardy fueron dos buenos chicos dentro y fuera de la pantalla aunque sus personajes fueran distintos en ambos lugares.
En el cine, Oliver Hardy era dominante y engreído mientras Stan Laurel era sumiso y corto de entendederas. Pero en el mundo real ambos eran todo lo contrario. Stan escribía guiones y era el cerebro de la pareja mientras el indolente Oliver se dedicaba a las carreras.
Ambos compusieron un buen equipo, una de las mejores parejas cinematográficas. Tal vez la mejor. Sus cortos mudos y sonoros son geniales. Sus largos son menores pero divertidos. Les faltó un buen proyecto como Luces en la ciudad o El maquinista de la general, pero nunca dispusieron de grandes medios para conseguirlo. Hal Roach les limitó mucho y posteriormente la 20th Century Fox. Por eso brillaron más en el corto con asuntos breves y escasamente complicados. Con una anécdota nímia conseguían una obra maestra. Fueron los reyes de la comedia. El público les adoraba, los críticos les odiaron en vida y los amaron tras la muerte, como siempre. Fueron gigantes del humor, nadie pudo imitarlos ni igualarles ni de lejos.
Oliver Hardy falleció en 1957, el año en que yo hice la primera comunión. En catequesis el párroco mosén Ciurana nos pasaba sus cortos en 8 mm en la sacristía. Desde entonces Laurel y Hardy me acompañaron a lo largo de mi vida. Tengo sus obras completas en DVD y las disfruto cuando estoy triste o melancólico. Siempre me han subido la moral junto a Buster Keaton, Charlie Chaplin y Haroldo Lloyd, han sido mis héroes de toda la vida y les amo profundamente.

La acción transcurre en dos épocas. La primera en 1937  mientras rodaban Laurel y Hardy en el Oeste, era su época de apogeo pero su contrato con Hal Roach estaba a punto de caducar. Laurel lamentaba que este productor los limitara y no les dejara rodar un largometraje importante como Chaplin o Keaton. Fue despedido de la compañía y Roach intentó emparejar a Hardy con Harry Langdon pero no obtuvieron éxito. Zenobia fue un sonado fracaso.
La trama prosigue tiempo después. Enmedio su época en la Fox con productos mediocres que estaban lejos de sus mejores tiempos. Un intento fallido de rodar una cinta europea, Robinsones atómicos en donde Hardy engordó de forma desmesurada y la diabetes desinfló a Laurel. Ya no estaban de moda, enfermaron y presentaban mal aspecto físico. En la Gran Bretaña e Irlanda quemaron sus últimos cartuchos realizando una nostálgica gira teatral.

La película trata con mucho cariño a sus personajes. Los dos cómicos y sus esposas. Laurel aquejado de diabetes y Hardy con sus infartos. Otros cómicos han irrumpido en las salas, Abbott y Costello triunfaban en aquel tiempo. La gran pareja se veía desplazada, eran gente de otra época. Stan continuaba escribiendo historias, lo siguió haciendo hasta su muerte aunque para otros cómicos como Jerry Lewis, Dick Van Dyke y Peter Sellers que parecían hijos suyos.
Estamos ante un canto a la amistad, al compañerísmo, a la fidelidad. La trama habla de la lealdad y del cariño que se tuvieron ambos cómicos, sus riñas y reconciliaciones. El gordo y el flaco es un film entrañable, amable con un tono de amargura por los buenos tiempos pasados que están a punto de terminar. Un buen título para disfrutar en salas y sobretodo en formato doméstico que requiere más intimidad. Vale la pena su visión.

Poca gente sabe que Lou Costello antes de encontrar la fama fue extra en Hollywood. Esta foto pertenece a La batalla del siglo, uno de los mejores cortos de Stan Laurel y Oliver Hardy. Su futuro competidor iniciaba sus pinitos en el cine.

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